COP21: Un nuevo disfraz para un viejo acuerdo

[Pablo Solón] El Acuerdo Climático de París no es más que un remake del Acuerdo de Cancún que ha fracasado estrepitosamente por sus  contribuciones voluntarias que responden más a los intereses de las grandes corporaciones y los políticos que a las necesidades de la humanidad y la vida en la Tierra.

IMG_0284Para limitar el incremento de la temperatura a 2ºC el Acuerdo de Cancún debió haber comprometido la reducción de emisiones anuales de gases de efecto invernadero a 44 Gt de CO2e hasta el 2020.  Sin embargo con las promesas de Cancún estaremos en 56 Gt de CO2e para ese año.

Ahora el Acuerdo de París debe asegurar que las emisiones mundiales bajen a 35 Gt de CO2e para el 2030 y según los INDCs (Intended National Determine Contributions) presentados estaremos en 60 Gt de CO2e anuales para el 2030.

Ambos acuerdos deliberadamente obvian lo más importante: establecer un limite a la extracción de combustibles (petróleo, carbón y gas) que es responsable del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si no se deja el 80% de las reservas conocidas de combustibles fósiles bajo la tierra es imposible limitar el incremento de la temperatura a 2ºC.

Así mismo, el Acuerdo de París no garantiza la meta de cero deforestación para el 2020 establecida en los Objetivos de Desarrollo Sostenibles a sabiendas de que está actividad genera el 17% de las emisiones mundiales. Por el contrario prosigue por el camino de los mercados de carbono y los “offsets” permitiendo que por ejemplo un país «compense» la deforestación de un bosque nativo con plantaciones de monocultivos de arboles.

Por último, el financiamiento para la adaptación y mitigación es absolutamente insuficiente y ambos acuerdos no tiene ningún mecanismo que obligue y sancione el cumplimiento de promesas. En síntesis “el emperador esta desnudo” y la COP21 vera arder el planeta.

¡Otro Mañana es posible!

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El futuro no esta escrito. Depende de lo que hagamos ahora. Lo que ocurre en la COP 21 es el resultado de un largo proceso a través del cuál las grandes corporaciones han capturado a los gobiernos y la negociación climática en las Naciones Unidas. Para los políticos que buscan su popularidad inmediata y su reelección este acuerdo es bueno porque no los obliga a nada. Para la industrias extractivas este es un buen acuerdo porque les permite seguir haciendo negocios como de costumbre y de paso les crea nuevos mercados de carbono a través de REDD, Agricultura Climáticamente Inteligente, CDM+, “compensaciones” por cambio de uso de la tierra, y abre la puerta silenciosamente a falsas tecnologías como la Captura y Almacenaje de Carbón, la Bioenergía y la geo-ingeniería.

Para construir otro mañana debemos recuperar nuestra capacidad de soñar y salir del catastrofismo al cual nos tienen acostumbrados los medios masivos de comunicación. Una transición rápida y acelerada fuera de los combustibles fósiles es posible. Las tecnologías para hacerlo están a nuestro alcance. La energía solar y eólica han bajado dramáticamente de precio y seguirán haciéndolo. La posibilidad de que países como Bolivia, con una alta radiación solar, puedan tener un 25% de su electricidad para el 2020 a partir de celdas fotovoltaicas es absolutamente factible. El desarrollo de proyectos nucleares y de grandes mega represas hidroeléctricas no se justifica ni por razones ambientales ni económicas. Hoy es posible pensar en un mundo solar, eólico de micro-hidroeléctricas y otras iniciativas.

El tema de fondo no es sólo el tipo de tecnología sino quien la controla, cual es su escala y a quién sirve. La transición que necesitamos no es sólo fuera de los combustibles fósiles sino también de las gestiones centralistas privadas y estatales que se mueven bajo la lógica del capital y la lógica del poder. La energía solar por la que debemos apostar no es la de grandes plantaciones de paneles solares que desalojan a poblaciones indígenas y campesinas, sino por una energía solar familiar, comunitaria, cooperativa y municipal que empodere a la sociedad y que de consumidora la vuelve en productora de energía.

Hoy la lucha contra el cambio climático es la lucha por la defensa de nuestros bosques que están siendo avasallados por el agro-negocio. Los bosques nativos son una gran fuente de alimentos si sabemos convivir con ellos a través de diferentes iniciativas de agroforestería ecológica. Cada hectárea deforestada emite 500 toneladas de CO2 además de ser un grave atentado contra la biodiversidad, la generación de oxigeno, el ciclo del agua y los pueblos indígenas que habitan en los bosques. Para “compensar” una hectárea deforestada, sólo en términos de captura de CO2, se necesitan reforestar 18 hectáreas y un lapso de 10 años para que los arboles crezcan. Desde todo punto de vista lo más indicado es parar ya la deforestación de los bosques nativos. La agricultura campesina, familiar, comunitaria está enfriando y puede enfriar aún más el planeta. La agroecología campesina es una opción real frente al envenenamiento de los agro-tóxicos y transgénicos que utiliza el agro-negocio.

El futuro que queremos no va a ser forjado por el sector estatal o el sector privado. Ambos deben dejar de ser el centro de la economía y la política para que la sociedad tome las riendas de su propio destino. Lo que necesitamos son iniciativas que descentralicen y democraticen el poder económico y político que hoy está concentrado en los bancos, las grandes corporaciones, la burocracia estatal y el militarismo.

La verdadera alternativa al cambio climático es una democracia real. La respuesta al mañana que queremos está en una humanidad consciente, auto-organizada y empoderada. Una humanidad que deje de endiosar al mercado y a la tecnología y que recupere su humanidad para consigo misma y con la naturaleza.

Ya no podemos seguir esperando soluciones desde arriba y menos desde una COP21 que es testigo cobarde de los crímenes climáticos que azotan el planeta. Hoy el mañana que queremos sólo puede venir desde abajo, desde lo local, desde experiencias concretas para cambiar nuestras formas de consumo, producción y vida en su conjunto. El cambio de sistema para salvar el clima es algo que se construye en el día a día, en luchas como las de “Ende Gelände!” para cerrar la más grande mina de carbón de Alemania, las movilizaciones en la India contra las centrales nucleares, las iniciativas para expandir una energía solar comunitaria en Bolivia, la movilización para expandir la agroecología campesina que enfría el planeta y salva nuestros bosques que son los pulmones de la Pachamama.

El proceso de movilización hacia la COP21 en París debe servirnos para relanzar, coordinar y fortalecer las distintas iniciativas locales en las que esta la semilla del otro mañana posible y del cambio de sistema.

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